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sábado, 18 de febrero de 2012

"Cambiar el mundo sin tomar el poder"; El significado de la revolución hoy. John Holloway (2000)

Cap 1.

El punto de partida de la reflexión teórica es la oposición, la negatividad, la lucha. El pensamiento nace de la ira, no de la quietud de la razón; no nace del hecho de sentarse, razonar y reflexionar sobre los misterios de la existencia, hecho que constituye la imagen convencional de lo que es "el pensador". Empezamos desde la negación, desde la disonancia; ésta surge de nuestra experiencia.

A veces lo que nos incita a la rabia es la experiencia menos directa de lo que percibimos a través de la televisión, los periódicos o los libros. Nuestra furia cambia cada día de acuerdo con la última atrocidad. Es imposible leer el periódico sin sentir rabia, sin sentir dolor, confusamente.

Nuestra ira no se dirige sólo contra acontecimientos particulares sino contra una impostura más general, contra el sentimiento de que el mundo está trastornado, de que el mundo es en alguna forma falso.

No necesitamos tener una imagen de cómo sería un mundo verdadero para sentir que hay algo radicalmente equivocado en el mundo que existe. Sentir que el mundo está equivocado no significa, necesariamente, que tengamos cabal idea de una utopía que ocupe su lugar. No necesitamos la promesa de un final feliz para justificar el rechazo de un mundo que sentimos equivocado. 

Este es nuestro punto de partida: el rechazo de un mundo al que sentimos equivocado, la negación de un mundo percibido como negativo. Debemos asirnos a esto.

Nuestra furia se alimenta constantemente de la experiencia, pero cualquier intento de expresarla se topa con una pared de algodón absorbente. Nos encontramos con multitud de argumentos que parecen bastante razonables. ¿Se trata acaso de que no entendemos la complejidad del mundo o las dificultades prácticas de implementar un cambio radical?

Mientras más estudiamos la sociedad, tanto más se disipa nuestra negatividad o tanto más se la deja de lado por irrelevante. En el discurso académico no hay lugar para el grito.

Nos proporciona un lenguaje y una manera de pensar que dificulta expresar nuestro grito bajo la forma de algo que debe ser explicado; no se trata tan solo de que negar el grito por completo, sino de robarle toda su validez.

Cuando nos convertimos en científicos sociales aprendemos que para comprender debemos perseguir la objetividad, debemos hacer a un lado nuestros propios sentimientos. 

Cómo aprendemos es lo que parece enmudecer nuestro grito. Lo que nos desarma es una estructura entera de pensamiento; sin embargo, ninguna de las cosas que nos enfurecían al comienzo ha desaparecido. Los horrores del mundo continúan.

No debemos dejar que nuestra ira sea disuelta en la realidad: más bien es la realidad la que debe ceder ante nuestro grito.

Nosotros estamos aquí como punto de partida porque no podemos comenzar con honestidad desde ningún otro lugar. No podemos comenzar desde ningún otro lugar que no sea el de nuestros propios pensamientos y nuestras propias reacciones. El hecho de que nosotros y nuestra concepción de nosotros sean el producto de toda una historia de la subjetivación del sujeto no cambia nada.

Sólo podemos comenzar desde donde estamos, desde donde estamos y no queremos estar, desde donde gritamos; el acto de escribir o leer se basa en la suposición de alguna clase de comunidad, sin importar que sea contradictoria o confusa.

Lo que sentimos no necesariamente es correcto, pero es un punto de partida que debe ser respetado y criticado, no despreciado en favor de la objetividad; inevitablemente es un desacuerdo que también alcanza nuestro interior, que nos divide en contra de nosotros mismos. No podemos empezar simulando que estamos fuera de la disonancia de nuestra propia experiencia, pues hacerlo sería mentir.

Sólo negativamente, críticamente, podemos intentar emanciparnos a nosotros mismos, alejarnos del lugar en que estamos. No se trata de que criticamos porque estamos mal adaptados, porque queremos ser difíciles; es sólo que la situación negativa en la que existimos no nos deja otra opción. Vivir, pensar, es negar de cualquier manera que podamos la negatividad de nuestra existencia.

El mundo es un mundo de desequilibrio y lo que se debe explicar es el equilibrio y el supuesto de un equilibrio. Gritamos mientras caemos  no porque estemos resignados sino porque todavía tenemos la esperanza de que podría ser de otra manera.

Nuestro grito es un rechazo de la aceptación, un rechazo a aceptar lo inaceptable, un rechazo a aceptar la inevitabilidad de la desigualdad, de la miseria, de la explotación y de la violencia creciente. Un rechazo a aceptar la verdad de lo falso, a no tener escape.

Nuestro grito es un rechazo a revolcamos en el hecho de ser víctimas de la opresión, a sumergimos en una "melancolía de izquierda" es un rechazo a ser contenidos, es un desborde, un ir más allá del margen, más allá de los límites de la cortesía social. Pero aun mientras nos desbarrancamos,aun en los momentos de mayor desesperación, rechazamos la aceptación de que tal final feliz sea imposible. El grito se aferra a la posibilidad de una apertura, se niega a aceptar el cierre de la posibilidad de una otredad radical. 

Nuestro grito, entonces, es bidimensional: el grito de rabia que se eleva a partir de nuestra experiencia actual conlleva una esperanza, la proyección de una otredad posible. El grito es extático, en el sentido literal de salirse de sí mismo hacia un futuro abierto. Nos salimos de nosotros mismos, existimos en dos dimensiones. 

El grito implica una tensión entre lo que existe y lo que podría posiblemente existir, entre el indicativo (lo que es) y el subjuntivo (lo que puede ser). Vivimos en una sociedad injusta pero deseamos que no lo sea: ambas partes de la oración son inseparables y existen en constante tensión una con la otra. El grito no necesita ser justificado por el cumplimiento de lo que podría ser: es, simplemente, el reconocimiento de la dimensión dual de la realidad.

Lo que en consecuencia se percibe como real es, que vivimos en una sociedad injusta: lo que podríamos desear es asunto privado nuestro, tiene una importancia secundaria; y en tanto el adjetivo "injusto" adquiere realmente sentido sólo en referencia a una sociedad justa posible, eso también se elimina, dejándonos solamente con "nosotros vivimos en una sociedad x".

La realidad refiere a  la primera parte de la oración, a lo que es. La segunda parte de la oración, lo que debiera ser, se distingue claramente de lo que es, y no se la considera como parte de la realidad. El "debiera" no se desecha completamente: se convierte en tema de la teoría social "normativa". Lo que se rompe por completo es la unidad de ambas partes de la oración. Sólo con este paso, se descalifica el grito de rechazo-y-anhelo.

La sociedad es, pero existe en tensión con lo que no es, o que todavía no es. Existe identidad, pero la identidad existe en tensión con la no identidad. El grito es una expresión de la existencia presente de lo que se niega, la existencia presente del todavía-no, de la no identidad.

El horror surge de la "amargura de la historia", pero si no se trasciende esa amargura, el horror unidimensional conduce sólo a la depresión política y al encierro teórico. De manera similar, si la esperanza no está firmemente asentada en la misma amargura de la historia, se convierte sólo en una tonta expresión unidimensional de optimismo.

El desafío consiste, más bien, en unir pesimismo y optimismo, horror y esperanza en una comprensión teórica de la bidimensionalidad del mundo. El objetivo no es sólo el optimismo del espíritu sino del intelecto. 

El desafío consiste en desarrollar una manera de pensar que construya críticamente desde el punto de vista inicial negativo, una manera de comprender que niegue la no-verdad del mundo. No sólo se debe rechazar una perspectiva desde arriba sino también toda la forma de pensar que proviene de y sostiene tal perspectiva. Tenemos solamente una brújula para guiarnos: la fuerza de nuestro propio "¡No!" en toda su bidimensionalidad, el rechazo de lo que es y la proyección de lo que puede ser.

La pérdida de la esperanza en la posibilidad de una sociedad más humana no es resultado de que las personas estén ciegas a los horrores del capitalismo; es, simplemente, que parece no haber ningún otro lugar adonde ir, ninguna otredad a la que volverse. Lo más sensato parece ser olvidar nuestra negatividad, desecharla como una fantasía de juventud; sin embargo el mundo empeora, las desigualdades se vuelven más patentes, la autodestrucción de la humanidad parece estar más cerca. Entonces, quizás no deberíamos abandonar nuestra negatividad sino que, por el contrario, deberíamos intentar teorizar el mundo desde la perspectiva del grito.

Resulta difícil creer que alguien esté tan a gusto con el mundo como para no sentir repulsión ante el hambre, la violencia y la desigualdad que lo rodean. Es mucho más probable que suprima consciente o inconscientemente la repulsión o el desacuerdo, ya sea para tener una vida tranquila o, mucho más simple aún; porque simular que no ve o no siente los horrores del mundo que le proporciona beneficios materiales directos.

Para proteger nuestros empleos, nuestras visas, nuestras ganancias, nuestras oportunidades de recibir buenas calificaciones, nuestra cordura; aparentamos no ver, purgamos nuestra percepción filtrando el dolor, simulando que no está aquí sino allá lejos, en una otredad tal, que por ser extraña, depura nuestra propia experiencia de toda negatividad. Es sobre esa percepción purgada que se construye la idea de una ciencia social objetiva y libre de valores. La negatividad a la repulsión por la explotación y la violencia, se la entierra completamente, se la sumerge en el concreto de los cimientos de la ciencia social

Nuestro grito es un grito de frustración, es el descontento de quien no tiene poder. Pero si no tenemos poder, ¿no hay nada que podamos hacer? ¿Y si intentamos volvernos poderosos fundando un partido, levantándonos en armas o ganando una elección?, ¿no seremos diferentes de todos los otros poderosos de la historia? Entonces, ¿no hay salida, no hay rupturas en la circularidad del poder? ¿Qué podemos hacer?

R= Cambiar el mundo sin tomar el poder.

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